sábado, 7 de enero de 2012

ROBERTO (R. ZARAGOZA): "MI PADRE NO ME DEJABA SER PORTERO. DECIA QUE TODOS ESTAN LOCOS"


Roberto siempre quiso ser portero. ¿Los motivos? No se saben con certeza, pero el madrileño recuerda que desde muy pequeño tuvo claro que le gustaba ponerse bajo los tres palos. El problema es que su padre, Dionisio, no entendía las razones por las que su hijo prefería evitar lo más bonito del fútbol, los goles, en vez de querer marcarlos como la mayoría de los niños.
“La verdad es que mi padre no me dejaba ser portero. Decía que todos están locos”, indica con una sonrisa el guardameta del Real Zaragoza. Y en parte, Roberto también comparte esa vieja teoría. “Yo lo entiendo. Cuando alguien es feliz cuantos más pelotazos se lleva, a lo mejor muy bien no puede estar... Algo tiene que tener”, bromea. “A nosotros nos pegan un balonazo en la cara, la paramos y estamos tan contentos”, añade. Entonces, ¿Cómo logró convencer a Dionisio? “Mi padre quería lo que todos los padres, que fuera delantero. Le extrañó un poco que quisiera ser portero, pero mi madre le dijo que me dejara y al final lo hizo, no le quedó otra. Él siempre nos ha dejado elegir. También es muy deportista y mientras hiciéramos deporte nos dejaba hacer lo que quisiéramos”, explica el meta.
Y es que para los Jiménez, el deporte era como un miembro más de ellos. “En mi familia se juega al tenis, al pádel, se monta en bici, se juega al fútbol... Quizás lo último que se esperaba mi padre era que le dijera que quería ser portero, pero se dio así y lo tuvo que aceptar”, señala el madrileño. A Dionisio no le quedó otra, aunque su hijo también podía haber sido jugador de campo, pero la portería terminó por absorberlo. Roberto comenzó a jugar como central en el equipo de su barrio en Fuenlabrada.
“Yo iba al Calderón y veía a Molina, al Mono Burgos, a Leo Franco, y quieres estar allí"
Fue en el Naranjo y a los ocho añitos. “Jugué un año como defensa central, pero sin ficha porque era muy pequeño. Lo que pasaba es que cuando en invierno hacía frío y faltaba un portero preguntaban quién se quería poner, y me ponía yo. Uno de los entrenadores me empezó a decir que se me daba bien, que no le tenía miedo al balón y me fue gustando. Al año siguiente me hicieron la ficha de portero y jugué allí. Fuimos campeones de la liga municipal y al siguiente ya firmé por el Atlético. Siempre de portero y ya no deseo otra cosa”, cuenta.
Durante su vida como rojiblanco, Roberto se la pasó soñando con llegar a jugar algún día en el Vicente Calderón. “Yo iba al estadio y veía a Molina, al Mono Burgos, a Leo Franco, y quieres estar allí... Todos soñamos con jugar algún día en Primera”, comenta.
Infancia con Torres
Sueños que también compartió durante un par de años con Fernando Torres. A pesar de que no son de la misma generación y que apenas estuvieron en el mismo vestuario, lo cierto es que cuando empezaron en el Atlético iban juntos a entrenar. “Él vivía dos calles más abajo de mi casa y como entrenábamos a la misma hora, un día nos llevaba mi madre y otro la suya. Luego ya se cambiaron las horas y no coincidimos más”, indica. Después, cada uno construyó su camino y actualmente los dos pueden presumir de haber llegado a lo más alto. “He disfrutado mucho de jugar al fútbol. Quizás, al principio te afecta todo más pero luego, con los años, todo se ve de otra manera. Soy un portero feliz”, señala.

Y Dionisio también lo es: “De vez en cuando sí que le recordamos en casa cuando no quería que fuera portero, pero le llevé la contraria y ahora está encantado”. Como toda la familia Jiménez.


Fuente:www.marca.com

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