sábado, 2 de marzo de 2013

NASSER HAJAZI, EL PORTERO QUE DESAFIO AL REGIMEN DE LOS AYATOLAS EN IRAN


Nasser Hejazi
El cuerpo de Nasser Hejazi descansa en el enorme cementerio de Behesht e-Zahra, al sur de Teherán. Antes de llegar a él, en la autopista que une la capital de Irán con Qom, la ciudad santa chiita, surge el mausoleo dedicado al ayatolá Jomeini. En un país en el que la disidencia política es sinónimo de condena, Hejazi, portero de la selección iraní y mito futbolístico nacional, se atrevió a dar ese paso y ponerse en contra del régimen.
El 23 de mayo de 2011, un cáncer de pulmón acabó con la vida de Nasser, reconocido por sus compatriotas como 'Hejazi mardomi' (Hejazi, el del pueblo). Nacido en Teherán en diciembre de 1949, su vida se apagó en el hospital Kasra cuando tenía 61 años. Atrás quedaban 61 partidos con la selección de su país, la nominación como segundo mejor portero asiático del siglo XX, su participación en los Juegos de 1976 y en el Mundial de 1978. En esta última cita, el holandés Rensenbrink le hizo un 'hat-trick' (dos de penalti) en un partido que acabó 3-0. Y se apagaba también la figura de un hombre que quiso que su pueblo volviera a respirar libertad.
Educado en una época en la que la tradición británica aún dominaba en Irán, la llegada al poder de Jomeini al frente de la Revolución Islámica en febrero de 1979 supuso para Hejazi un duro golpe. Hijo de un hombre de negocios, creció en una familia de ocho miembros y en un ambiente lejano a la rigidez religiosa que iba imponer la llegada de los ayatolás. Una lesión hizo que cambiara la cancha de baloncesto, su primer deporte, por la portería de fútbol.
Hejazi, con la selección de Irán mundialista en 1978.
Hejazi, con la selección de Irán mundialista en 1978.
La primera consecuencia tras ser derrocado el Sha, el déspota Mohammad Reza Palevi, fue que se cortó de raíz la posibilidad de que fichara por el Manchester United. David Sexton, técnico del equipo de Old Trafford, había quedado prendado de las cualidades del 'Águila de Asia' en un partido que jugó Irán contra su equipo camino del Mundial 78. La Revolución Islámica prohibía abandonar el país. Los nuevos amos de Irán sabían lo que significaba para el pueblo la figura de Hejazi. No podían permitir nada más hacerse con el poder ir de manera directa contra un héroe popular.
Pero sí lo hicieron de manera indirecta. Desde el Minsterio de Educación Física se decidió sin explicación alguna que nadie mayor de 27 años podía representar a Irán a nivel internacional. El fondo de esa decisión no era otro que alejar a Hejazi de la popularidad que tenía. Amargado, Hejazi pasó años en los que su voz se mostró crítica con el fútbol que se hacía en su país, algo que hizo desde el banquillo de los equipos que fue dirigiendo. Su discurso a partir de la muerte de Jomeini y cuando se intuyó una posible apertura comenzó a girar hacia la política.
En todo ese proceso hubo una fecha clave: el 'playoff' para el Mundial de 1998. El 29 de noviembre de 1997, Irán jugaba la vuelta de la repesca ara estar en la Copa del Mundo de Francia tras haber empatado a uno en Teherán con Australia una semana antes. A falta de 19 minutos, todo estaba perdido para los asiáticos, que perdían 2-0. Sin embargo, todo iba a cambiar. Los goles de Bagheri y Azizi convirtieron la capital de Irán en una fiesta jamás vista. Los clérigos asistieron escandalizados a una celebración masiva en la que hombres y mujeres se mezclaron en las calles como nunca se había visto desde 1979.
Hejazi alzó la voz para que se adoptaran medidas liberales, entre ellas la de permitir el acceso de las mujeres al fútbol. No dudó en mostrar su apoyo a Muhammad Jatami, elegido presidente en mayo de 1997 y que había apostado por medidas aperturistas, entre ellas permitir que las mujeres pudieran hacer deporte sin en 'hijab'.
El camino de Jatami fue encontrando cada vez más piedras puestas por los sectores más conservadores del clero. Por ello, en 2004 Nasser Hejazi decidió que había llegado el momento y anunció que se iba a presentar a las elecciones presidenciales de 2005, en las que pretendía enfrentarse a Mahmud Ahmadineyad. Su popularidad encendió las alarmas entre los guardianes de la revolución, temerosos más que de una derrota electoral del germen de un levantamiento popular. Así, el Consejo de Guardianes, que lo componen seis clérigos y seis juristas con el fin del proteger la ley islámica y la Constitución, ejecutó su derecho a veto a cualquier candidato a elecciones presidenciales, parlamentarias o a la Asamblea de Expertos. La explicación fue que carecía de experiencia política para ser candidato a nada.
Funeral de Nasser Hejazi
Funeral de Nasser Hejazi
Marcado ya como enemigo del régimen, la figura de Hejazi desapareció de la televisión iraní, pero a nadie se le escapó que su figura y su mensaje estaban detrás de la 'revuelta' de los jugadores de la selección de Irán cuando en 2009 decidieron jugar con pulseras verdes, el color que representaba las protestas en la calle. En las elecciones de ese mismo año se situó al lado del moderado Ali Akbar Hashemi Rafsanjani y del reformista Mir-Hossein Mousavi.
Ya muy enfermo, en abril de 2011, Hejazi criticó de manera abierta la reforma económica emprendida por Ahmadineyad, al que acusó de camuflar la pobreza de su país con la falta de protestas causada por las medidas represivas.
Su muerte en la primavera de 2011 supuso otro momento de alerta para el gobierno de Teherán. Cerca de 20.000 personas se echaron a la calle para despedir al ídolo. La primera parte del funeral se desarrolló en el estadio Azadi y tal fue el fervor que se permitió la entrada al estadio de mujeres, entres ellas la hija del fallecido, entonces capitana de la selección femenina. El ataúd fue colocado en el área pequeña, la que tantas veces defendió mientras le dejaron. Asustadas por los cánticos contra el gobierno en el estadio más grande de Irán, las autoridades decidieron trasladar de manera precipitada el cuerpo al cementerio de Behesht-e Zahra. Allí, en contra de la tradición, y a pesar de los intentos de Hossan Jomeini, nieto del hombre que lideró el derrocamiento del Sha, se prohibió que celebraran oraciones públicas y todo se tuvo que desarrollar en el interior de la morgue.
Consciente del peso del enemigo que se iba, Ahmadineyad emitió un comunicado de condolencia: "Se va una figura del fútbol, un hombre que ofreció valiosos servicios al deporte iraníg". Ese día, los medios oficiales recuperaron la imagen de Nasser Hejazi, pero nada se dijo de su oposición al régimen de los ayatolás.
Fuente: www.marca.com

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