Me habría gustado que el titular se me hubiera ocurrido a mí, pero su autor es Dani Senabre, el conductor de Tu diràs, de RAC1. "La mano de Dios no es la de Maradona, sino la de Víctor Valdés". Con esta sentencia contundente, el periodista respondía el martes a unas declaraciones efectuadas por Diego Armando Maradona al portal Sport360, donde declaró: "El FC Barcelona tiene un gran equipo, incluso el portero parece bueno". Pero no se quedó ahí el actual entrenador del Al Wasi de Dubái, pues añadió que "¡Valdés es malo! Pero con jugadores como esos delante parece bueno".
Como los Emiratos Árabes soportan altas temperaturas es posible que las opiniones desconsideradas, injustas y equivocadas de Maradona se deban a un golpe de calor. Si el problema fuera ese, bebiendo mucha agua, ingiriendo una dieta rica en frutas y verduras y evitando el alcohol, en unos días estaría como nuevo y podría volver a ver partidos por televisión entendiendo lo que sucede en el campo de fútbol. No se me ocurre pensar que el argentino se haya tomado algún psicotrópico (algunos los recetan los médicos, pero pueden tener efectos secundarios) que le haya afectado a la percepción de los partidos; seguro que no es esta la razón de tan desconcertantes declaraciones, pero debería cuidarse más en casa y ante los micrófonos, porque si sigue diciendo según qué puede hacer dudar a las autoridades de su conducta.
Maradona marcó un gol con la mano en el estadio Azteca de México en 1986, lo que permitió que Argentina eliminara a Inglaterra en cuartos de final del Mundial y facilitó su victoria en el campeonato. Entonces se dijo que había sido la mano de Dios la que había llevado a la albiceleste a la gloria. Los argentinos tienen la capacidad de convertir una ilegalidad en un poema, que siempre es un mérito. Pero se acerca más a la realidad utilizar esta alegoría con las manos de Valdés, que ha conseguido cuatro trofeos Zamora como portero menos goleado de la Liga, tres en tres años consecutivos. Su historial es impresionante: tres Champions, dos Supercopas de Europa, dos Mundiales de Clubs, cinco Ligas, cinco Supercopas de España, una Copa del Rey y un Mundial de selecciones. Todo eso conseguido a los 30 años y con diez en el primer equipo del Barça. Ha disputado 394 partidos y le han marcado 312 goles, poco más de 0,7 tantos por encuentro jugado. Y va un jubilado del fútbol y proclama desde su estulticia que es malo. Cualquier aficionado recuerda intervenciones extraordinarias. Como el mano a mano con Henry en el estadio de Saint Denis o, sin ir más lejos, el paradón del domingo a un disparo envenenado de Feghouli.
Maradona no sabe estar callado. Es incapaz de resistirse a soltar cualquier ocurrencia ante un micrófono. Necesita la notoriedad imperiosamente. Su carrera está sembrada de frases disparatadas, unas divertidas, otras ofensivas, unas terceras absurdas. "El otro día jugué un rato a fútbol y me di cuenta que tengo menos piernas que una foto carnet" , sería de las primeras. "Blatter me quiere como un hijo. Sí... como un hijo de puta", figuraría en el segundo apartado. "La rinoscopia, el pelo corto... Un día los muchachos de la selección se van a rascar un huevo y Passarella se los va a mandar cortar", entraría en el último capítulo.
Valdés no necesita el favor de ninguna vieja gloria. Si requiere el reconocimiento de la historia, sólo tiene que acudir a la Federación Internacional de Historia y Estadística de Fútbol que sitúa a Valdés como tercer mejor portero de la pasada temporada y como el séptimo mejor por números del siglo XXI. Llamarle malo es un disparate. No me extraña que, en el 2004, en el hospital se creyeran antes a uno que decía ser Napoleón que a él que defendía que era Maradona (el comentario es suyo).
Fuente: Articulo de Marius Carol en www.lavanguardia.com
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