Dani Giménez es uno más de los muchos ejemplos de compañerismo y constancia que hay en el Rayo Vallecano. A la sombra de David Cobeño durante una temporada durísima para todos los componentes de cada sección del club, Dani ha seguido trabajando, sin levantar la voz, sin reclamar nada, sin exigir nada. Trabajo y humildad.
El gallego encontró su oportunidad hace unas jornadas y en su regreso a casa, tras algunos momentos de duda en encuentros anteriores, redondeó su mejor actuación desde que llegara del Zamora hace dos años. Dani volvía a Balaídos, estadio que le traía a la cabeza los recuerdos de la UEFA y la Champions, los partidos del Celta en Primera División... grandes momentos del equipo vigués. De pequeño soñaba con vivir historias como aquellas pero, como otros tantos, tuvo que 'emigrar' para encontrar las oportunidades que se le negaban en casa. El destino quiso que el Celta se volviera a cruzar en su camino justo una temporada antes de recalar en Vallecas, pero nuevamente aquella puerta se cerró, puede que definitivamente.
El domingo volvía a recorrer aquellos rincones en los que de joven había visto pasar cada fin de semana y por la tarde saltó a un estadio especial para él. Balaídos le saludaba espléndido, conservando aquel aroma de las grandes noches de fútbol, sin saber que ese sería el mejor momento de Dani. El vigués se plantó bajo los palos de la portería vallecana respondiendo a cada intento celeste con una intervención cada vez mejor, cada vez más meritoria. Por abajo, por arriba... con la ayuda de la cruceta... Dani sobrevivió a lo grande.
El año que viene el Rayo estará en Primera y Dani, si es de los que continúan, podrá vivir experiencias inolvidables, pero siempre recordará aquella mañana de domingo, aquel estadio de Balaídos, aquel partido que dejó al Rayo a un paso del ascenso y en el que él fue el auténtico protagonista.
Fuente: www.pasionporelrayo.com
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