Hay jugadores que parecen hacerse grandes al vestir una elástica mientras se empequeñecen cuando se cambian de camisola. Las razones para explicar semejante permutación tan sólo son explicables desde el mundo de la ilógica, de la casuística, aunque cierto es que también en este caso podría aplicarse la razón, pero aquella que hace referencia al sentimiento, al ser, al sentir. Y esto último es lo que le sucede a un guardameta que vuelve a sentir lo que en Portugal no sintió; cariño, confianza, respeto. Roberto se siente querido en Zaragoza, y es precisamente ese querer el que le otorga una seguridad que lo convierte en poderoso, grande, heroico. En Vallecas detuvo un penalti y de eso se habla en cualquier rincón aragonés que se respire fútbol, pero sin dejar de ser esto importante, memorable fue la parada que realizó en la segunda parte a remate de Michu, ahí si demostró ser uno de los grandes, uno de esos porteros que convierten en miniatura cualquier portería por grande que parezca. Roberto ha vuelto, y ha vuelto para demostrar que sigue siendo quien en Zaragoza fue. Sin él no sería lo mismo, pero tampoco él sería el mismo sin una afición que lo idolatra, lo mima y lo cuida.
Los porteros de fútbol son personas muy peculiares. Entre sus rasgos característicos destaca su buena disposición para el entrenamiento y el trabajo duro, un esfuerzo que habitualmente realizan en soledad. Saben que para jugar deben ser los mejores, aquí no pueden jugar cuatro, ni tan siquiera dos, aquí, en esto de la portería, tan sólo puede jugar uno. En el deporte rey existe una máxima no escrita que con razón afirma que el guardameta debe tratar de detener aquello que puede pararse, sin adornos ni florituras. Roberto es capaz de esto y mucho más, y ahí es donde un portero pasa de ser eso, un portero, a un gran portero. El Real Zaragoza, que desgraciadamente navegará por los revueltas aguas de los puestos bajos, necesita seguridad y tranquilidad, dos virtudes necesarias que en un equipo de fútbol suele activar o desactivar el guardameta, o guardavallas como se decía antaño. Aquí , en el equipo aragonés, pueden estar tranquilos, desde del fondo del equipo, desde las entrañas del conjunto, Roberto aporta sosiego, serenidad y calma.
Roberto posee una envidiadas cualidades deportivas que lo convierten en importante, pero el guardameta del Real Zaragoza posee también unas cualidades mentales que lo convierten en diferente. Los porteros tienen que soportar grandes cargas psicológicas en cada partido, para ello deben ser fríos a la vez que calientes, calculadores a la vez que grandes actores de la improvisación, el madrileño lo tiene todo y todo parece tenerlo bajo control. Puede estar segura pues la plantilla, pero también la plantilla debe saber que sin el trabajo de todos de nada sirven las individualidades, si el equipo no acompaña las cosas se seguirán complicando. Lo que está claro, lo que es evidente, es que Roberto se hace grande en Zaragoza al igual que Esnaider parecía bailar a Gardel al hacerse con un esférico al que trataba con el mismo cariño que desprecio. Disfrutemos de Roberto sin olvidar que algún día, Dios quiera más tarde que pronto, no tendrá un buen día, y será entonces, precisamente entonces, cuando no podamos olvidar todo que nos da.
Fuente: www.aragonsport.com
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