Javi Varas ya no es un niño. En septiembre cumplirá 29 años, así que detrás de ese buen silencio de canterano y sevillista (desde pequeño fue un fiel cada domingo en Nervión) se esconde una profunda frustración. Es paradójico. A Varas, que siempre tuvo como referente a Unzúe, le da lecciones de paciencia Palop, que vivió en sus carnes el olvido en Valencia a la sombra de Cañizares. Pero a Varas el banquillo ya le quema. Y hay cosas que le rebelan. Manzano, después de alinearle en dieciseisavos ante el Real Unión, se lo cargó en octavos ante el Málaga. "Eso no lo esperaba", admitió Varas, que angustiado también por el vendaval de nombres que aparecen en la prensa para darle el relevo a Palop (el último Moyá), se plantea el adiós.
Como en tantos otros casos, Pablo Blanco está detrás de la historia de Javi Varas. Claro que esta vez lo tuvo más fácil porque lo descubrió en la peña sevillista que lleva su nombre en Pino Montano. Allí nació y se crió este portero pequeño y liviano (1,82 metros y 73 kilos) que llegó tarde al fútbol de alto nivel: "Lo captamos ya en el juvenil para el Nervión y luego lo cedimos al San José de la Rinconada. Es un portero intuitivo y rápido. Muy parecido a Palop".
Tipo tranquilo y maduro, acaba de casarse. En verano, Varas y Negredo, buenos amigos, se marcharon con sus parejas a Nueva York. Allí fue el confidente del vallecano después de su decepción por no ir al Mundial.
Ahora el frustrado es Varas, que está ante el partido de su vida: "Puede ser víctima del miedo escénico... o del placer escénico. Varas es mañana un torero nuevo en Las Ventas", dice Pablo Blanco. Y él sueña con la puerta grande.
Fuente: www.as.com
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